Historias

Faltan currantes y sobran másteres: por qué la FP te garantiza un puesto de trabajo

Educación

ILUSTRACIÓN: SEAN MACKAOUI

Lo saben los interesados y la sociedad ya comienza a ser consciente. Mientras la Universidad sobrecualifica y no asegura un trabajo, los alumnos de FP gozan de más demanda laboral

La titulitis universitaria en España tiene múltiples culpables: los padres, la falta de orientación en los institutos y también los políticos, por mucho que repitan en campaña su mantra de «prestigiar la FP». Luego viene la OCDE a sacarnos los colores año a año con su informe Panorama de la Educación, que resalta nuestro déficit: nos faltan titulados de grado medio. Mientras, la última edición de La Universidad Española en cifras desvela que un 27% de los grados tienen menos de 40 alumnos nuevos.

Pese a la evidencia, no se han cerrado facultades, mientras los institutos públicos de FP están saturados hasta el punto de que hay listas de espera y surgen centros privados para atender la falta de plazas. En España sobran titulados universitarios... y faltan buenos trabajadores salidos de la formación profesional.

Las grúas han vuelto al horizonte y las empresas se quejan de no contar con mano de obra cualificada a pie de obra. Tras 10 años de crisis, aquellos famosos ninis no han aprendido a alicatar. «Hay una alarmante carestía de profesionales a pie de obra con cualificación oficial», se quejaba esta semana la patronal del ladrillo.

Mientras, Cristina Cifuentes, presidenta de Madrid, ve amenazada su carrera política por un máster que apenas tenía alumnos. No es de extrañar. Según el Ministerio de Educación, en el curso 2015-2016 había 3.661 cursos de este tipo, con 139.844 estudiantes. Una década antes, había la décima parte: 16.609.

Las cosas serían distintas si, en cada instituto, hubiera alguien como José María Pérez, el director del Instituto San José Obrero de Málaga. Se trata de un edificio que ocupa más de una manzana, con talleres mecánicos, de electrónica, de climatización; una vitrina con copas y un ex alumno que estuvo pintando coches en las Olimpiadas de FP en Río de Janeiro con el equipo español. Al escucharle, sorprende que alguien siga empeñándose en ir a la Universidad a sacarse un título con escasas perspectivas laborales.

Tomemos Criminología, por ejemplo, por mucho CSI que haya en la televisión. Frente a los grados de moda, José María Pérez ofrece datos a padres y alumnos: «Sobran titulados universitarios y el 88% de los alumnos de FP en el instituto tienen trabajo a los seis meses de acabar». Y recalca, además, que hay puentes para los que quieran seguir luego en la Universidad.

Pero hay conflictos de intereses que bloquean el camino a una mayor eficacia. En el San José Obrero, los chavales de cuarto de ESO pueden elegir seguir en el Bachillerato o pasarse a la FP. Pero estas dos opciones no existen en otros muchos institutos, donde parece difícil que los profesores se hagan el harakiri y sumen al descenso de la natalidad la posibilidad de que más alumnos renuncien a la Selectividad.

Lo mismo pasa con las universidades. En 2012, el Ministerio fijó la sostenibilidad de un grado a que tuviera un mínimo de 55 alumnos nuevos. Si ya hay muchas carreras con menos estudiantes, ¿qué pasaría si miles de jóvenes se matricularan en FP?

En el despacho de Chema -así le llaman ellos- están tres variopintos alumnos de electrónica: uno es ingeniero industrial; otro, jefe de los controladores aéreos de Málaga y el tercero probó un trimestre de Informática en la universidad antes de volver a su instituto. A todos les gusta la disciplina, estar en un sitio donde, por ejemplo, te dan con la puerta en las narices si llegas tarde de echar un pitillo en el recreo. «La puntualidad es importante en el trabajo», justifica el director, y ellos saben lo que es trabajar porque en la modalidad dual de la FP los alumnos se forman también en las empresas.

A los tres les gusta el trato cercano con los profesores. Antonio Cisneros es el ingeniero: «En la Universidad no eres nadie, los profesores no tienen interés por saber si estás aprendiendo». Recuerda, además, las clases en academias privadas para aprobar las asignaturas hueso. Álvaro Bravo Lanzac, el informático arrepentido, corrobora las ventajas de estar en el ciclo: «Aquí vas al día, hay disciplina, tienes deberes, te conocen».

Entre sus amigos, hay muchos universitarios que sólo aspiran a sacarse unas oposiciones. Los tres están convencidos de las salidas de Electrónica, con cuadros de mandos en los coches cada vez más sofisticados. «Nuestra impresión de la Universidad se resume en que tiene que cambiar», concluye Antonio, con un hermano en el Ejército, graduado en Química, que nunca encontró estabilidad laboral en España tras pasarse años fuera.

Los dos tienen historias similares en su entorno. «Hay que ser valiente para resistir esas presiones que te llevan a la Universidad y los padres son los primeros que empujan», añade Álvaro, que sabe de casos a los que, después de dos años, les da apuro abandonar su carrera, aunque no les guste. Chema, el director, confirma que abunda el tipo de padres cuya aspiración vital es que su hijo vaya a la universidad.

Pero hay destellos de esperanza. Soledad Iglesias, subdirectora general de Orientación, Formación Profesional y Formación Profesional Dual, detecta un progresivo abandono de la titulitis española. Los alumnos se han dado cuenta ya de los perjuicios de esta obsesión. «Y sus padres están en ello», señala.

Escuchando a los tres alumnos, un investigador convendría en que es la Universidad, y no la FP, la que empieza a tener un problema de prestigio. En el despacho de esta barriada currante de Carranque (Málaga) lo tienen muy claro. Aunque el caso de José Carlos Balsas Castro, el controlador aéreo, aficionado de siempre a la electrónica, es distinto: está allí porque le encanta cacharrear, después de haber pasado por la Universidad. «O sea, por el bar de la Facultad de Empresariales», bromea.

El ajuste de oferta y demanda también podría mejorar a la hora de diseñar el mapa de ciclos. La oferta de plazas en FP ha crecido un 2%, según los datos del Ministerio, una cifra similar a la experimentada por el Bachillerato; algo coherente con la disminución del abandono escolar en los años de la crisis. En este curso, en Bachillerato hay 686.000 alumnos y, en FP de grado medio, el que se empieza a estudiar tras cuarto de ESO, apenas 345.000. Y son justo esos estudios los señalados por la OCDE como escasos.

Donde sí casan oferta y demanda especializada es en el País Vasco, pioneros en implantar las especializaciones. La comunicación es tan buena con la industria y las empresas que, según cuenta Izaskun Zaballa, del Instituto Vasco del Conocimiento de la FP, «se ponen en marcha cuando una empresa grande o varias medianas lo piden porque necesitan ese perfil concreto de trabajador». Y son ágiles para formar al profesorado en esa nueva necesidad. «Si alguien quiere saber qué se hace bien en FP, tiene que ir al País Vasco. ¡Pero de toda Europa!», explica Santiago García, responsable de FP en CECE, la patronal de los centros privados.

Curiosamente, hay ciclos superiores que tienen entre sus alumnos más diversidad geográfica que en una universidad de provincias, donde suelen atraer como mucho a estudiantes de los pueblos. Por ejemplo, mantenimiento de aviones sólo se estudia en 13 sitios en España. En Castilla y León no existe pero hay más de una posibilidad en Baleares, donde parece lógico por el tráfico del aeropuerto de Palma. Igual que estudiar para artista fallero en Valencia. El grado superior de producción acuícola sólo se estudia en cuatro sitios, uno de ellos en Cádiz, donde acuden de toda España. «En FP es obligatorio hacer prácticas y eso implica que no puedes poner algunos ciclos en cualquier sitio», amplía Iglesias.

Santiago García confirma que «la pública no llega a todo». Los conciertos en FP no están siendo objeto de debate ni en las comunidades más refractarias a ellos, como Valencia, donde se mantienen. Aunque hay listas de espera (32.000 alumnos en Andalucía el año pasado, y de éste la Junta no quiere dar datos), puede pasar que sea en grados de ciclos sin mucha oferta laboral que no tendría sentido ampliar: «Lo vemos en imagen y sonido», se pregunta Izaskun Zaballa. «Es una disyuntiva complicada. Qué haces, si no hay tanto trabajo». «En Madrid, se cierran ciclos de los de mancharse las manos, como electricidad, cuando sí que hay demanda en el mercado», añade Santiago García. «No se pueden abrir centros a lo loco», piensa.

Como ha hecho la Universidad que, ahora, manda de vuelta a los alumnos a FP. En el despacho del instituto, los tres estudiantes de electrónica saben, además, que no hay ninguna universidad española entre las 200 primeras del mundo. Y que son fábricas de alumnos sobrecualificados, desorientados y desencantados.